``NO OS VAYÁIS MUY LEJOS.``
por Soraya Núñez Espelta
Son las nueve de una oscura mañana de octubre, el plan que se presenta es ir a comprar unas flores porque se acerca el uno de noviembre, día de todos Los Santos.
Desde hace cuatro décadas, que es la edad que tengo, en mi familia creo que venimos haciendo lo mismo, y no lo digo ni lo siento con pereza.
Creo que todo se remonta a la muerte precoz de mi abuelo Rosendo, el padre de mi padre. Aunque a veces he intentado desbloquear algún recuerdo sobre él, era demasiado pequeña para saber si lo que me viene a la mente es real o si en algún momento alguien lo ha contado y me lo he apropiado o aún peor, invenciones pueriles.
Lo que sí que es verdad, es que cada uno, y como en todos los aspectos de la vida, lo vivió y gestionó a su manera… y creerme unas cuantas gestiones había…. Viuda, cinco hijos, otros cinco hijos políticos y una colección de nietos importante…. El más mayor cálculo que unos once años, y así cada año hasta diez, finalizando (hasta entonces) con una pequeña que habría nacido días antes… podríamos decir que si en la película la gran familia (Fernando Palacios),hubiesen necesitado actores… en aquel tiempo seguramente nos hubiesen llamado.
Pero volviendo a la fecha que acontece, cuando llegaba el día Uno por la mañana, te ponían tus mejores galas y a Cogolludo.
Cuando subimos por la plaza, ya iba nerviosa, intentando localizar los coches de mis tíos, ese momento era el preámbulo de quienes iban estar en casa de la abuela… La abuela, nuestra abuela, la abuela de generaciones como z, x, milenians… por aquel entonces no lo sabía ella, ni nosotros….
Una mujer, a la que poco se le hacía los besos que le dieses, siempre te enumeraría los besos que le daba la fulana o la mengana. Una mujer que a pesar de parecer triste por las vivencias que portaba, nos ha dado los mejores ratos y a día de hoy seguimos recordando.
Una vez besados todos los que se encontraban allí,( aunque todavía no hubiese terminado todo el afecto que teníamos que repartir ese día), íbamos hacia el cementerio, solo teníamos que dar veinticinco pasos… y ya estábamos.
Al entrar, a los más pequeños nos daban la mano y nos dirigíamos a poner las flores a donde decían que estaba nuestro abuelo, nosotros no entendíamos mucho, solo buscábamos la mirada cómplice del primo más cercano y en el primer despiste de los
Adultos… a jugar!
– No os vayáis lejos… que nos vamos enseguida. Ese era el pistoletazo de salida para un día lleno de juegos, sabiendo que solo te llamarían cuando apareciese la tía no se quien para darle un beso.
No pasa nada, vamos corriendo y volvemos…
Que mayor, ¿cuántos años tiene ya? Pero ¿esta es la tuya? ¿tú de quién eres? Y así una docena de veces.
Después de varias horas por allí correteando, disfrutando, haciendo de ese escenario nuestro lugar de juegos, riéndonos de la que nos había pinchado con el bigote ó de la que no sabía distinguirnos, nos íbamos, y no miento si os digo que el ambiente lejos de ser triste era alegre. Daba igual la edad, los mayores, medianos y pequeños habían disfrutado con sus iguales.
Hoy, con más gente de la que quisiéramos en ese y en otros lugares de juegos improvisados de entonces, con unas cuántas vivencias y unos años más, no os miento si os digo que,
¡Solo tenemos que dar veinticinco pasos!
En homenaje a todos lo que fueron y somos.